MIREMOS A LA CRUZ
Nos hemos adentrado en la cuaresma, vamos acercándonos a la meta de todo cristiano, el misterio de la entrega dolorosa y salvadora. Este acontecimiento nos ha movido a buscar nuestra conversión, renovar nuestras conductas, retomar la eucaristía, talvez retomar u orar más, meditación, obras de caridad, la ayuda al necesitado y otros actos que consideramos necesarios e importantes. Y por otro lado los hermanos y hermanas que se han venido preparando para hacerse cristianos recibiendo el bautismo por propia decisión y asumiendo la vida de Cristo en sus vidas, ellos se están acercando a esa meta tan deseada. Cada paso que han dado los ha llevado a descubrir más la luz de la pascua.
Este domingo los catecúmenos reflexionarán en el milagro del ciego que recobra la vista, que ve la luz , que se vuelca a Jesucristo luz del mundo y salvador de los hombres. Luz que alumbra a todo hombre y mujer que ha dejado de ver claramente este misterio salvífico.
Por otro lado, encontramos la experiencia de desobediencia de la comunidad israelita que han dejado el camino de los preceptos de salvación y de obediencia y se han adentrado en la infidelidad y en la búsqueda de otros dioses, de poder, de apariencias y han dejado el corazón de carne cambiándolo por uno de piedra. Se han vuelto desobedientes, viviendo al margen de los mandamientos y de la alianza pactada con Dios.
El libro de crónicas relata la infidelidad del pueblo de los sacerdotes de todos aquellos y dice mancharon la casa de Jerusalén. Tantas veces Dios envió a los profetas para advertirles, guiarlos, llevarlos de nuevo al camino, pero no, siempre persisten en buscar las experiencias de una vida sin el Dios de Israel.
Hemos sido salvados por la gracia, no por nada de nuestra cosecha, sino por un don de Dios. Somos obra de arte de Dios, creados en Cristo Jesús. Que la gracia y la luz de Jesús, el Señor, esté siempre con nosotros, no dejemos escapar este don de su misericordia, salvados por nada, por puro amor suyo. ustedes.
Si fuéramos realmente conscientes de cuánto nos ama Dios ¿cómo podríamos permanecer indiferentes o rehusar nada a Dios? Si creemos firmemente que él nos encuentra dignos de amor, ¿cómo pudiéramos no poner nuestra confianza en él? Él no nos fuerza: simplemente nos invita: "Éste es mi amor hacia ti; ¿te gustaría aceptarme a mí y a mi amor? ¿Te gustaría compartir mi amor con otros amándolos a ellos también?" ¿Qué respuesta le damos a Dios, por medio de Jesucristo?
En nuestras Iglesias y en la mayoría de nuestros hogares damos al crucifijo un lugar de honor. ¿Quiere ello decir que debemos amar las cruces? No, pero indica que creemos en nuestro Señor crucificado y que le amamos de corazón. Él nos salvó por su cruz y resurrección. Él es la señal de que Dios nos ama tanto que nos entregó a su único Hijo para traernos perdón, vida y amor. Es a Cristo Jesús a quien alzamos nuestra mirada buscando fuerza para llevar las cruces que vienen a nosotros en las dificultades de la vida. También le miramos buscando alegría y felicidad en nuestro peregrinar y buscando vida eterna más allá de la muerte. Con Jesús celebramos ahora, en la eucaristía, el memorial de su sacrificio en la cruz y de su resurrección. ¿No es algo grandioso? No dejemos de venerar el sacrificio y la entrega de Dios por nuestra salvación. Miremos a la cruz y recordemos, que por sus llagas fui salvado o salvada. Amen. Bendiciones.