Dicho todo lo anterior, también es preciso recordar lo que San Pablo nos recuerda en su primera carta a los fieles de Corinto. Cada uno ha recibido de Dios unos dones, unas capacidades, unas cualidades. No hay que medirlas por su espectacularidad, sino por la eficacia que se espera de ellas. Ustedes los que vienen a celebrar y que no son actores en la proclamación o en el canto u otro servicio también son actores importantes, su presencia y atención es fundamental. Es una asamblea, eso quiere decir que habemos de toda clase de personas y que por lo tanto la fe nos une y el mismo Dios nos convoca.
Hoy vemos a Jesús como buen judío, en la proclamación de la Palabra y su solemnidad y dedicación es la que nos debe reunir y animar a todos nosotros aun hoy. El encargo que Jesús recibió de su Padre fue que nos convenciera de que el Espíritu impregnaba todo su Ser, para que nosotros nos enterásemos de que nos traía una buena noticia. Los pobres son los privilegiados, los cautivos, en cárceles, enfermos agarrotados por el dolor, los humillados y marginados, son los predilectos de Dios. Vendrá, está ya actuando, el favor universal, pese a que muchos no se den cuenta. Reconocer este anuncio realizable y realizándose, nos enriquece espiritualmente. Cambia nuestro estado de ánimo. Nos confiere Esperanza y facultades para la evangelización. Seamos, pues, consecuentes con ello.
Aquí nos seguiremos encontrando para celebrar nuestra fe, para invocar al Dios vivo y amoroso. No se descuiden de cuáles son las actitudes que traen cada domingo, revisémoslas para que estas sean las mejores y nos ayuden a entrar en este misterio de Salvación. Paz y bien.